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EL EJEMPLO IRLANDÉS: PLENA CIUDADANÍA PARA TODOS LOS EXTRANJEROS
Motor de avances
Según diversos testimonios y estudios sobre la cuestión, la medida no suscita a día de hoy ninguna polémica. El papel de los extranjeros en la construcción de la sociedad está bien presente en el imaginario colectivo. Además, desde 1992 no se exige ningún tiempo mínimo de residencia en el territorio. Estado precursor en Europa, Irlanda se ha revelado como el elemento motor de los avances sobre este tema en los países nórdicos. Adentrarnos un poco en el modelo irlandés nos permitiría deshacernos de algunas reticencias poco pertinentes. Hay que admitir, sin embargo, que la situación no es perfectamente idéntica a la de Francia, ya que aquí se requiere cambiar la constitución para otorgar el derecho de voto a los extranjeros. Esta evolución se ha producido en Irlanda al margen de grandes reformas estructurales. Sin embargo, para un país que cuenta con más de 250.000 extranjeros –el 7% de su población- esto ha marcado la vida política y una gran evolución.
Integración y reconocimiento, un paso hacia la igualdad
Los resultados de esta medida son múltiples y se concentran, en gran parte, en las cuestiones relativas a la convivencia. En efecto, la integración de los extranjeros en la vida de su municipio de residencia, ha permitido luchar contra la segregación, permitiendo una implicación en la vida pública a partir de unos valores comunes y no de aquellos de cualquier cultura originaria. Pero aquello que nos debería inspirar más del ejemplo irlandés, es que militar por el derecho a voto de los extranjeros es también una cuestión de igualdad y reconocimiento. El reconocimiento de los trabajadores extranjeros que cotizan en Francia. Pagando impuestos o sufragando una tasa de vivienda, es legítimo que un extranjero pida no estar excluido de un proceso democrático que le permitiría hacer oír su voz en la gestión de su comuna.
¡Solo podemos desear que nuestros dirigentes se inspiren en este ejemplo!
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